sábado, abril 29, 2006

El lío con Venezuela. Por Armando Montenegro

El colombiano Armando Montenegro, doctor en economía y columnista de El Espectador, analiza el papel que deben tomar Colombia y los demás países andinos ante la decisión venezolana de retirarse de la CAN.
El lío con Venezuela
Por Armando Montenegro
Los intereses económicos de los países, idealmente, deberían ir de la mano de los intereses políticos. En caso de conflicto entre unos y otros, las razones del pragmatismo (el bolsillo y el empleo de las poblaciones afectadas) señalan que deberían prevalecer los económicos (por esta razón, tantos países con gobiernos e ideologías opuestas desarrollan una cantidad significativa de flujos económicos).
Los intereses económicos de largo plazo de Colombia indican que el país debería mantener, en forma prioritaria, el comercio libre con Estados Unidos y con Venezuela (esto como punto de partida de una integración mayor con otros países de todo el mundo). Algo semejante ocurre con Venezuela, un país cuyo mercado natural es el de Colombia y cuya orientación estratégica obvia es el Caribe y Norteamérica.
Esto, que suena tan simple, que ha sido reconocido por generaciones de estadistas de Colombia y Venezuela, se complicó con las recientes diferencias políticas entre ambos países. Por un lado, Colombia, en línea con su alianza militar y política con Estados Unidos, ha obrado en consecuencia con sus intereses económicos y se ha acercado al TLC, un tratado que había buscado desde comienzos de los años noventa. Venezuela, mientras tanto, por razones puramente ideológicas, ha hecho lo opuesto: se ha alejado de Estados Unidos y, contra natura, le ha dado prioridad al comercio con Mercosur (allá el socialista Tabaré Vázquez prefiere el TLC con Estados Unidos). Por ahora se siente suficientemente rico como para hacer a un lado sus conveniencias estratégicas.
Así llegó la crisis. Chávez anunció el retiro de Venezuela de la CAN y culminó un proceso de deterioro que ya estaba avanzado. De hecho, desde hace tiempo el funcionamiento de la organización era deficiente, los incumplimientos flagrantes y las divergencias inocultables.
Como es obvio, no era realista que en las circunstancias actuales los países andinos mantuvieran vigente su ambicioso esquema de integración, que contemplaba un gran acercamiento político, económico y cultural, semejante al de la Unión Europea, que hablaba de cosas tan raras como el peso andino y el parlamento andino. Lo único que estaba funcionando bien, a pesar de las trabas impuestas por algunos gobiernos, era el libre comercio, algo que no estaba previsto en el diseño original de la CAN.
Lo que hay que preservar ahora es precisamente el comercio libre entre Colombia y Venezuela y, ojalá, entre todos los países andinos. El aumento de los intercambios de bienes y servicios, a partir de 1991, ha apoyado significativamente el crecimiento económico y el empleo en la región. Ya que el G3 —un acuerdo comercial entre México, Venezuela y Colombia, firmado en 1993— garantiza el comercio libre entre sus signatarios y que el retiro de Venezuela de la organización económica andina tomará cinco años, existe por fortuna una base jurídica para mantener los fundamentos del intercambio comercial que tanto ha beneficiado a estos países.
Los líderes de Colombia, Venezuela y de los demás países andinos deberían reconocer la magnitud de los intereses económicos en juego, y con el mayor pragmatismo —sin pensar en las cámaras y las tribunas populares— conservar lo logrado y asegurar un marco estable para sus relaciones comerciales de largo plazo. Los pasos que se den, deberían estar guiados nada más que por la conveniencia mutua y por el respeto de los distintos puntos de vista políticos.
La experiencia andina muestra que es el desarrollo del comercio el que impulsa e induce los intercambios culturales, científicos y educativos. No al revés. Por ello, si se preserva el desarrollo del comercio en esta crisis, más adelante, cuando las circunstancias sean otra vez propicias, podrá impulsarse de nuevo un concepto más amplio de integración entre los vecinos.
Armando Montenegro es PhD en Economía por la Universidad de Nueva York y columnista en el diario colombiano El Espectador.
Este artículo fue publicado en El Espectador, el sábado 29 de Abril de 2006.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Lo de la ideología como razón principal de la salida de Venezuela de la CAN es falso.

Una visita al website de este organismo da cuenta de las verdaderas razones, las cuales insinúa el autor del artículo.

El gobierno venezolano le está dando preferencia a otros socios comerciales en detrimento de los miembros de la CAN.. Desde que se creó MERCAL (Distribuidora de alimentos del gobierno) han existido problemas con el cumplimiento de los convenios arancelarios y la CAN ya se ha pronunciado al respecto.

Que se cuiden los países que insisten en hacer negocios con Chávez: lo que Chávez da, Chávez quita... cuando le da la gana.

abril 30, 2006 8:09 a. m.  

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