lunes, abril 24, 2006

¿El pasado fue mejor? Por Fernando Rospigliosi

Dos semanas después de las elecciones del 9 de Abril, Fernando Rospigliosi realiza un análisis de los resultados a la luz de la historia peruana reciente.

¿El pasado fue mejor?
Por Fernando Rospigliosi.

Los peruanos ya estamos acostumbrados a esta secuencia de expectativa, desilusión, frustración, tras décadas de repetirla. Ni se nos ocurre que pueda existir algo distinto.

La relativamente alta votación del fujimorismo ha sido uno de los hechos relevantes del 9 de abril. La hija de Alberto Fujimori alcanza alrededor de 400 mil votos preferenciales en Lima. No lo consiguió por sus extraordinarias cualidades políticas, que no las tiene, sino como resultado del respaldo a su padre.

Hasta el momento los fujimoristas han conquistado unos 15 asientos en el Congreso, lo que representa un 12.5% del total. En un Parlamento fragmentado, esa bancada podría eventualmente tener la fuerza suficiente para negociar la libertad del prófugo ex presidente y de sus corruptos cómplices.

¿Es una novedad que en el Perú los electores tengan nostalgia por gobernantes deshonestos o que han fracasado? No, por desgracia eso es frecuente.

UN POCO DE HISTORIA. En la historia reciente hay varios ejemplos de lo mismo.

Odría volvió. En 1962 se produjo un resultado estrecho entre Víctor Raúl Haya de la Torre (32.98%), Fernando Belaunde (32.13%) y Manuel A. Odría (28.44%). En Lima y en el Callao ganó Odría.

Las reglas electorales establecían que si nadie alcanzaba el tercio de los votos, el Congreso elegía al presidente. En uno de los volteretazos que caracterizan la trayectoria aprista, Haya pactó con el general Odría, que hasta hacía poco era su peor enemigo. Como el APRA y la UNO tenían mayoría en el Parlamento, era un hecho que Odría sería presidente nuevamente. Pero el golpe militar de los generales Ricardo Pérez Godoy y Nicolás Lindley lo impidió.

Odría se apoderó del gobierno mediante un golpe militar en 1948 y se hizo elegir en comicios fraudulentos en 1950. Pretendió reelegirse en 1956, pero un levantamiento popular en Arequipa frustró sus intenciones. Su gobierno fue, para todo efecto práctico, una dictadura, que persiguió fieramente a los apristas y los disidentes, y suprimió la libertad de prensa. Las acusaciones de corrupción menudearon durante su período.

En su gobierno se popularizó la frase "roba, pero hace obra".

Prado de regreso. Odría había sido sucedido por Manuel Prado, que gobernó entre 1939 y 1945. Parecía increíble, pero Prado regresó de Europa poco antes de las elecciones de 1956 y ganó con más del 45% de los votos. A él se le atribuye la frase "en el Perú hay dos tipos de problemas, los que no se resuelven nunca y los que se resuelven solos". En su segundo gobierno, fue derrocado sin pena ni gloria, como se ha señalado, en junio de 1962.

Belaunde otra vez. En 1963, con el veto militar como una espada de Damocles sobre Haya de la Torre y Odría, fue elegido Fernando Belaunde. Las expectativas que suscitó fueron defraudadas y en octubre de 1968 fue derrocado por otro golpe militar. Salvo un pequeño grupo de personas que protestó un par de días en el centro de Lima, nadie defendió al gobierno ni a la democracia. En esa época no había encuestas, pero era claro que Belaunde estaba muy desacreditado.

Sin embargo, cuando la dictadura militar tuvo que abandonar el poder en medio del repudio popular, en 1980, Belaunde regresó del exterior y en una fulgurante campaña de pocos meses, ganó las elecciones con más del 45% de los votos válidos. Así, el presidente que había sido derrocado por los militares casi sin resistencia, reemplazaba a esos mismos uniformados ungido por el voto popular.

García nunca muere. En el 2001 Alan García regresó justo a tiempo para participar en las primeras elecciones libres luego del derrocamiento de la dictadura de Fujimori y Vladimiro Montesinos. A pesar del recuerdo de su desastroso gobierno, le ganó por puesta de mano el segundo lugar a Lourdes Flores en la primera vuelta, con 26% de los votos válidos. En la segunda, obtuvo un importante 47% y no estuvo lejos del triunfo.

El 2006 la historia se repite y García está a punto de pasar a la segunda vuelta con poco más del 24%. Eso a pesar de que al recuerdo de su mal gobierno debe sumarle la presencia de 12 gobiernos regionales apristas, la mayoría con pésima popularidad. A lo que hay que agregar su voluble trayectoria en estos años, patadita incluida.

PAÍS FRUSTRADO. Una de las explicaciones para estos hechos es que somos un país frustrado. Vamos de tumbo en tumbo y cada experiencia es percibida como un nuevo fracaso. Esa es una de las razones por las que, a la luz de lo que se siente en un momento dado como un desastre, se busca volver al pasado, que es interpretado bajo un nuevo prisma.

Prado y Belaunde fueron reelegidos. Odría y García estuvieron muy cerca, y el último lo intentará otra vez. Fujimori está impedido legalmente, a pesar de lo cual sus herederos han recibido un legado considerable.

En el Perú los gobiernos se inician con expectativas variables, pero todos terminan mal. No hay excepciones a esta regla en la reseña de más de medio siglo enumerada más arriba. El de Alejandro Toledo seguirá el mismo camino, a pesar de que en un asunto muy importante sí ha sido notable: el crecimiento económico sostenido del último quinquenio no es usual.

Pero, como se ha repetido tantas veces, ese crecimiento no ha ido acompañado por una sustancial disminución de la pobreza ni de la desigualdad.

Los peruanos ya estamos acostumbrados a esta secuencia de expectativa, desilusión, frustración, tras décadas de repetirla. Ni se nos ocurre que pueda existir algo distinto.

Sin embargo, muy cerca tenemos un ejemplo; Chile. El presidente Ricardo Lagos abandonó el gobierno con un 70% de aprobación. Lo reemplazó Michele Bachelet, que es la cuarta presidenta de la Concertación. La ininterrumpida serie de victorias de esa agrupación política muestra que los sucesivos gobiernos lo han hecho bien. El país progresa y la gente lo siente así.

¿ESCASEZ DE OPCIONES? Una razón adicional para explicar la nostalgia por ex gobernantes que en su momento fueron repudiados, es la escasez de opciones nuevas y convincentes.
No aparecen partidos y líderes creíbles que inspiren confianza y que sean capaces de atraer el voto popular.

No es que no existan algunos personajes públicos con capacidad y trayectoria. Susana Villarán y Alberto Borea, para mencionar a dos que han sido candidatos y que profesan ideas diferentes. Ambos tienen varias décadas de trayectoria, en su momento han ocupado cargos destacados en la política y lo han hecho bien. No son extremistas, más bien moderados, y nadie los puede acusar de corrupción.

¿Villarán o Borea serían mejores o peores que Ollanta Humala o Alan García? Varios que los conocen no dudan en afirmar que serían preferibles a los que ahora disputarán la segunda vuelta.

Pero no han alcanzado ni el 1% de los votos.

Es decir, hay algunas personas capaces que incursionan en la política, pero sin éxito electoral.

Otros, como Ollanta Humala, obtienen resultados centelleantes sin exhibir cualidades particulares: no es buen orador, no tiene ideas claras ni convincentes, carece de una trayectoria pública que lo califique para ocupar la presidencia. Solo llega en el momento preciso para capitalizar la frustración de una parte considerable de los peruanos.

CíRCULO VICIOSO. De esta manera se reproduce el círculo vicioso de la política peruana. Una frustración alimenta y conduce inevitablemente a la siguiente.

Por eso el Perú es incluido en algunos análisis internacionales en el grupo de 'Estados fallidos', que no tienen viabilidad, junto con Ecuador y Bolivia.

Los optimistas dicen que nada de esto es inevitable y que es relativamente sencillo romper el círculo vicioso. Y cada nuevo período desmiente esa esperanza. Naturalmente, el optimismo siempre prevalece, porque psicológicamente es indispensable para sobrevivir.

Concretamente y salvo que ocurra un milagro, el Perú deberá elegir hoy día entre dos opciones populistas: lo malo conocido y lo peor por conocer.

Adicionalmente, el fujimorismo fortalecido tendrá mejores opciones para ayudar a los corruptos a librarse de las sanciones que se merecen. Una nueva señal para las generaciones futuras: el crimen sí paga, lo que ocurrió con la lucha anticorrupción después del derrumbe de la dictadura fue solo una excepción. El Perú ha vuelto a la normalidad.

Publicado por Fernando Rospigliosi en el diario Perú 21.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

A proposito de este interesante articulo, les dejo otro que vi en www.accioninmediata.blogspot.com por si quieren reproducirlo en esta excelente pagina informativa.
Segun me di cuenta, la persona que publica en este blog no es del Peru, pero por lo que lei esta bien informado acerca de la problematica nuestra en materia politica.
Gracias por sus interesantes temas.
Andrea whu.
Lima

abril 25, 2006 2:53 a. m.  

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