lunes, abril 28, 2008

Chichi. Por Rocío Silva Santisteban

La destacada poeta y periodista Rocío Silva Santisteban opina sobre el giro de la periodista Cecilia "Chichi" Valenzuela.

Kolumna Okupa. Chichi
Por Rocío Silva Santisteban

La conocí hace años cuando ella compartía casa con otra amiga arequipeña y era estudiante de literatura de la Universidad Católica. Algunos colegas la recuerdan como una excelente jefa de prácticas e incluso añoran su belleza que se distinguía por su cabello y cierta simpatía. A Chichi le gustaba la literatura y se sentía perfectamente seducida por autores como Alfredo Bryce. Posteriormente leí algunos de sus textos en Caretas, como la entrevista al general Salinas Sedó desde la cárcel que ella, rompiendo las medidas de seguridad de la recién estrenada dictadura, consiguió. Una vez le hice una entrevista, a mediados de los 90, a propósito del estreno de su programa de televisión, nos tomamos un café y me pareció amable.
¿Qué sucedió con la antigua muchacha que tenía ansias de triunfo y afanes de periodista?, ¿es la televisión y el supuesto éxito mediático un Rey Midas del cinismo, del descaro y la soberbia? Ahora Cecilia Valenzuela no solo exhibe un estilo insuflado de añagazas, de altanería y arrogancia, sino que se considera –con verdadera fe, además– la absoluta dueña de la verdad, lanzando frases hechas convertidas en clichés para el recuerdo, "verdades duras" que pretenden convencer a los sectores D y E con el mismo estilo que los gamonales arequipeños utilizaban para convencerse a sí mismos de su bondad: asumiendo que el otro, el pongo o el televidente, es un ser que debe de ser tutelado y encaminado por la vida.
Pero el pongaje quedó atrás, Chichi. Hoy un evidente malestar se ha despertado entre sectores de la ciudadanía –que ocupan también un espacio virtual con voz propia– a propósito del "reportaje" de César Hildebrandt Chávez el lunes último en La Ventana Indiscreta. Las personas que no están atentas a los detalles de las noticias vinculadas a Melissa Patiño, la estudiante de San Marcos capturada el 29 de febrero en Tumbes con pruebas deleznables (¡¡lean el auto apertorio!!), podrían haber sido sorprendidas con las "extrañas verdades" que se deslizan en esos videos.
El ex periodista de La Ventana Indiscreta Marco Sifuentes ha puesto en evidencia a sus ex colegas mostrando en su blog, uterotv.com, los diversos "errores" de esta historia y dejando claro que, en realidad, este video de un seguimiento de la policía a los presuntos implicados ha sido sospechosamente editado para generar la desconfianza en la opinión pública. El "reportero" Hildebrandt Chávez además de decir falsedades –como que el conocido militante y periodista Beto Vera era la "pareja sentimental" de Melissa– no exhibe sino lo ya sabido: que viajaron los siete juntos, que Roque Gonzalez compró los pasajes, que esperaron en el terminal de Flores, que ella tomaba agua mientras hablaban entre ellos. El verdadero novio de Melissa, Giancarlo Huapaya, también estuvo allí, pero no sale en los videos (qué raro).
Luego del video Cecilia Valenzuela conversa con la agente "Canela", a quien el diario La Primera, sin mencionar su nombre, signó como la responsable de un grupo operativo de la policía que ha estado infiltrándose en diversas manifestaciones. Lo primero que dice la agente –como lo ha notado Silvio Rendón en su blog– es que "los policías han sido agraviados y abusados por la libertad de expresión y la democracia en la que vivimos actualmente", es decir, gozando de su libertad de expresión y la del programa mencionado, "Canela" se queja de la libertad de expresión y de "esta democracia". ¿Es ella la anti-sistema, todo no es más que una cantinflada o qué nos pretende insinuar con sus lamentos ante "tanta democracia"?
Recordemos los días en los cuales fueron apresados en Tumbes los "terroristas de cumbres": el ministro del Interior –que aún no sabemos gracias a qué extraña suerte sigue donde está– era duramente criticado por el Parlamento y por la propia prensa ante su inoperatividad por las compras de los patrulleros y, de pronto, como por arte de magia surge el pantallazo: un grupo de siete "presuntos terroristas" es capturado. Qué bonito: toda la ciudadanía, y los embajadores, y los invitados a las cumbres, podemos respirar en paz.
Una ola de represión ante el pánico de que durante "las cumbres" se sucedan actos de protesta que evidencien el desaliento de las clases trabajadoras es el gatillo de esta criminalización de la disidencia (recordemos también las denuncias en Piura, la captura de los ashuar, las amenazas contra Francisco Soberón). Criminalización a la que cierto periodismo, como el que ejerce Valenzuela, se presta perfectamente. Si cualquier peruano es un "terrorista" en potencia porque estamos a favor de que los problemas sociales se resuelvan con equidad, entonces, como dice Paco Bardales, "captúreme a mí también, señor ministro".
Publicado en el suplemento Domingo de el diario La República (27/04/2008):