El 9 de Abril. Por César Hildebrandt
El periodista César Hildebrandt publicó el siguiente artículo en el diario La República el domingo 2 de Abril.
El 9 de Abril
Por César Hildebrandt
Falta una semana para la penosa escogencia. Elija usted: el tercer piso del fujimorismo con Lourdes Flores, el vocerío caótico de nuestro Sánchez Cerro de izquierda, la reincidencia plena con Alan García.
Y si de Congreso se trata, no lo olvide: ahí está el detritus fujimorista, apostando con éxito a la amnesia y alcanzando el perdón analfabeto de los tumultos. Elija usted, piense que a Sagasta los españoles lo readoptaron después del desastre de 1898 y que los belgas siguieron siendo monárquicos aun después del muy ladrón y canalla rey Leopoldo, propietario personal del Congo.
No somos los únicos. Pero —eso sí— somos los mejores.
Nadie como el peruano para construir sus propias pesadillas.
Ahí está la derecha incapaz de modernizarse que apela al señor Woodman como "inminencia" gris de un hipotético y débil gobierno. ¿Qué no había otra gente? ¡No me lo creo! Pienso, mas bien, que el señor Woodman está ahí como venerable guachimán de los intereses de Dionisio Romero, los capitales chilenos y los engreimientos mineros.
Y la señora Flores no es la señora Merckel. No la veo diciéndole ¡no! a la voracidad de billetón. Al fin y al cabo, fue ella —la señora Flores— quien tiempo atrás impidió , como abogada, el descerraje de un local implicado en una investigación policial sobre tráfico de drogas, investigación que llevaba a la pista del señor Boris Foguel nada menos. Y fue ella la fujimorista apenas encubierta que jamás se enfrentó al sátrapa extranjero cuando el Estado era saqueado. Y fue ella la que acudió con raso y gasas al matrimonio de la hija del sátrapa. Y es ella, por último, la fiel seguidora y segura servidora de todo lo que representa el doctor Luis Bedoya Reyes ('Cementos Lima' incluido).
Con Lourdes Flores, 'El Comercio' será feliz, Baruch Ivcher y sus marionetas serán felices, los mineros felices en su inmutabilidad tributaria, la banca feliz porque el Banco de la Nación será desmantelado, Aldito Mariátegui enfermamente feliz porque la indiada estará en su sitio y felices los chilenos exigiendo que ningún contrato cambie porque los contratos son sagrados (ellos, que desconocieron el tratado de Ancón, que estipuló que la ocupación de Tacna y Arica terminaría en 1894 y que su devolución sería automática previo pago de diez millones de pesos). Felices, en suma, las perdices porque habrá quien las cace y feliz Fujimori viendo cómo la señora Flores construye el penthouse de su edificio.
¿Qué decir de Ollanta Humala? Humala ha federado las furias y las penas del Perú, las ha compactado en una granada de guerra y corre el riesgo de morir al lanzarla. ¿Que Gonzalo García es garantía de manejo serio de la economía? Por Carlos García y Máximo San Román ya sabemos cómo pueden terminar los vicepresidentes en el régimen de un mandón.
Humala es la Comuna de París, que duró dos meses y diez días y que surgió tras la caída de Napoleón III. Humala es un proyecto de Allende pero sin partidos, sin cultura política y sin programa. Y, además, Humala es su familia y su entorno: familia Adams que se siente predestinada, entorno turbio que acoge a un Torres Caro y a gentuza que viene de la subasta de curules de otros partidos. Con la ira se puede destruir pero no construir, con el etnocacerimso se puede hipnotizar a los idiotas que creen que pobreza y raza son emparentables y que no saben que Cáceres fue un pésimo presidente y un gran autócrata. ¡Qué vergüenza intelectual sentiría Arguedas si resucitara y viera esta caricatura de indigenismo hidrófobo!
Y, además, Huamala es un acertijo, un quipu por descifrar, una posible máscara. ¿Y si su héroe secreto es Lucio Gutiérrez, el coronel ecuatoriano que engatusó a la izquierda (incluida la indígena) para gobernar con los Novoa y los Bucarám?
En el mejor de los casos, Humala es puro malestar aluvional. Eso no basta para hacerse cargo de un país. Eso no es garantía de nada nuevo en un país que ha conocido explosiones de ira ciudadana que no alcanzaron para cambiar nada. Humala no ha entendido que las transformaciones requieren de prioridades y serenidad, de pragmatismo financiero y firme vocación por la justicia social. Nos propone una caja de Pandora de la que saldrá la sanación del Perú. No parece justo que una izquierda fundada por José Carlos Mariátegui sufra una reencarnación tan primaria.
¿Y Alan García? Su campaña se parece a la de 1984 – 85: Estado filantrópico, recursos financieros no determinados, renovada esperanza en la banca de fomento, voluntarismo económico y adanismo social.
García tiene cara de contumaz, voz de reincidente, discursos de recalcitrante. Detrás de García asoma la cara fea de la inflación y la sonrisa anuente de Mauricio Mulder.
Federico More decía que él no sabía si la frase "Sólo Dios y los imbéciles no cambian" había sido aprobada por Dios, pero que sí estaba seguro de que los imbéciles andaban felices con ella. No es para tanto, claro. García no tiene nada de imbécil. Es un político de raza que viene de un partido con una herencia doctrinaria tan extensa, confusa y contradictoria que en ella se pueden guarecer banqueros y proletarios, oligarcas y herejes del sistema, todo un cocido de vapores surtidos que se sirve cada cinco años.
¿Habrá cambiado García? Es un misterio. ¿Se puede alguien sacudir de un narcisismo sonámbulo? Es posible. Pero, en todo caso, García no le ha pedido perdón al pueblo peruano por el Apocalipsis que desató en cinco años infaustos. Y hasta ha llegado a decir que factores ajenos a su administración podrían explicar su hiperinflación, su aislamiento internacional y la prosperidad senderista que todos padecimos.
Eso me hace pensar que el doctor García no ha pasado por la prueba del polígrafo, ni se ha sometido al sacrificio de la autocrítica.
Además, el Apra está dividida como en 1980 —Jorge del Castillo es el Townsend del 2006, y Mauricio Mulder el Villanueva de hoy— y eso no presagia nada bueno.
Por último, aunque los Remigios y los Rómulos han sido escenográficamente desaparecidos, el Apra no ha castigado como debía a las hordas de atracadores carnetizados que tomaron por asalto Enci, Enapu, instancias claves otorgadoras de licencias y todo aquello que pudiera significar "easy money" y plata negra de la grande.
Allí están retratados desde una perspectiva que no pretende ser virulenta per se sino pesimista argumentadamente, los tres ases del próximo domingo 9 de abril.
Pase usted, elija usted. De paso también le ofrecemos la mujer barbuda, el hombre elefante, el abisino dotado de ambos sexos y el canguro que venció a Oscar de la Hoya. Todo por el mismo precio.
No olvide, por último, que votar en blanco o viciar su cédula puede ser un gesto de legítimo desprecio por la oferta electoral que se nos ha presentado. Puede ser la actuante dignidad de un ciudadano insultado por la indigencia mental y moral de la llamada inexplicablemente "clase política".
Yo viciaré mi voto. Dibujaré una cruz urgente con tinta azul. Será la metáfora gráfica del entierro de estos años aciagos. Será mi protesta probablemente inútil pero sincera ante el espectáculo de las diatribas que sustituyen el debate, las gangas electorales que todos los candidatos profieren en sus mítines, la sucia prensa al servicio del "fascismo liberal" y el hecho increíble de que ninguno de los que pelean por el poder hable de los deberes ciudadanos. Todos recuerdan, en cambio, tan solo los derechos que ellos mismos desatendieron siempre.
Y la gente aplaude el penoso evangelio de los megáfonos y el guateque de los raps y el hecho de que nadie les diga cuan responsable es la "masacracia" —para empelar un término citado por Sartori— en la descomposición gradual del Perú.
P.D. A Alvarito Vargas Llosa le repugna la clase política peruana, que él deseó integrar con denuedo en 1990. NO le repugna, en cambio, pasarle la franela al multitudinariamente asesino George Bush ni a su patrón directo, el muy franquista José María Aznar. La pena es que ese gran novelista que es Mario Vargas Llosa ha terminado escribiendo —en lo que al política se refiere— como su hijo.
Por César Hildebrandt
Falta una semana para la penosa escogencia. Elija usted: el tercer piso del fujimorismo con Lourdes Flores, el vocerío caótico de nuestro Sánchez Cerro de izquierda, la reincidencia plena con Alan García.
Y si de Congreso se trata, no lo olvide: ahí está el detritus fujimorista, apostando con éxito a la amnesia y alcanzando el perdón analfabeto de los tumultos. Elija usted, piense que a Sagasta los españoles lo readoptaron después del desastre de 1898 y que los belgas siguieron siendo monárquicos aun después del muy ladrón y canalla rey Leopoldo, propietario personal del Congo.
No somos los únicos. Pero —eso sí— somos los mejores.
Nadie como el peruano para construir sus propias pesadillas.
Ahí está la derecha incapaz de modernizarse que apela al señor Woodman como "inminencia" gris de un hipotético y débil gobierno. ¿Qué no había otra gente? ¡No me lo creo! Pienso, mas bien, que el señor Woodman está ahí como venerable guachimán de los intereses de Dionisio Romero, los capitales chilenos y los engreimientos mineros.
Y la señora Flores no es la señora Merckel. No la veo diciéndole ¡no! a la voracidad de billetón. Al fin y al cabo, fue ella —la señora Flores— quien tiempo atrás impidió , como abogada, el descerraje de un local implicado en una investigación policial sobre tráfico de drogas, investigación que llevaba a la pista del señor Boris Foguel nada menos. Y fue ella la fujimorista apenas encubierta que jamás se enfrentó al sátrapa extranjero cuando el Estado era saqueado. Y fue ella la que acudió con raso y gasas al matrimonio de la hija del sátrapa. Y es ella, por último, la fiel seguidora y segura servidora de todo lo que representa el doctor Luis Bedoya Reyes ('Cementos Lima' incluido).
Con Lourdes Flores, 'El Comercio' será feliz, Baruch Ivcher y sus marionetas serán felices, los mineros felices en su inmutabilidad tributaria, la banca feliz porque el Banco de la Nación será desmantelado, Aldito Mariátegui enfermamente feliz porque la indiada estará en su sitio y felices los chilenos exigiendo que ningún contrato cambie porque los contratos son sagrados (ellos, que desconocieron el tratado de Ancón, que estipuló que la ocupación de Tacna y Arica terminaría en 1894 y que su devolución sería automática previo pago de diez millones de pesos). Felices, en suma, las perdices porque habrá quien las cace y feliz Fujimori viendo cómo la señora Flores construye el penthouse de su edificio.
¿Qué decir de Ollanta Humala? Humala ha federado las furias y las penas del Perú, las ha compactado en una granada de guerra y corre el riesgo de morir al lanzarla. ¿Que Gonzalo García es garantía de manejo serio de la economía? Por Carlos García y Máximo San Román ya sabemos cómo pueden terminar los vicepresidentes en el régimen de un mandón.
Humala es la Comuna de París, que duró dos meses y diez días y que surgió tras la caída de Napoleón III. Humala es un proyecto de Allende pero sin partidos, sin cultura política y sin programa. Y, además, Humala es su familia y su entorno: familia Adams que se siente predestinada, entorno turbio que acoge a un Torres Caro y a gentuza que viene de la subasta de curules de otros partidos. Con la ira se puede destruir pero no construir, con el etnocacerimso se puede hipnotizar a los idiotas que creen que pobreza y raza son emparentables y que no saben que Cáceres fue un pésimo presidente y un gran autócrata. ¡Qué vergüenza intelectual sentiría Arguedas si resucitara y viera esta caricatura de indigenismo hidrófobo!
Y, además, Huamala es un acertijo, un quipu por descifrar, una posible máscara. ¿Y si su héroe secreto es Lucio Gutiérrez, el coronel ecuatoriano que engatusó a la izquierda (incluida la indígena) para gobernar con los Novoa y los Bucarám?
En el mejor de los casos, Humala es puro malestar aluvional. Eso no basta para hacerse cargo de un país. Eso no es garantía de nada nuevo en un país que ha conocido explosiones de ira ciudadana que no alcanzaron para cambiar nada. Humala no ha entendido que las transformaciones requieren de prioridades y serenidad, de pragmatismo financiero y firme vocación por la justicia social. Nos propone una caja de Pandora de la que saldrá la sanación del Perú. No parece justo que una izquierda fundada por José Carlos Mariátegui sufra una reencarnación tan primaria.
¿Y Alan García? Su campaña se parece a la de 1984 – 85: Estado filantrópico, recursos financieros no determinados, renovada esperanza en la banca de fomento, voluntarismo económico y adanismo social.
García tiene cara de contumaz, voz de reincidente, discursos de recalcitrante. Detrás de García asoma la cara fea de la inflación y la sonrisa anuente de Mauricio Mulder.
Federico More decía que él no sabía si la frase "Sólo Dios y los imbéciles no cambian" había sido aprobada por Dios, pero que sí estaba seguro de que los imbéciles andaban felices con ella. No es para tanto, claro. García no tiene nada de imbécil. Es un político de raza que viene de un partido con una herencia doctrinaria tan extensa, confusa y contradictoria que en ella se pueden guarecer banqueros y proletarios, oligarcas y herejes del sistema, todo un cocido de vapores surtidos que se sirve cada cinco años.
¿Habrá cambiado García? Es un misterio. ¿Se puede alguien sacudir de un narcisismo sonámbulo? Es posible. Pero, en todo caso, García no le ha pedido perdón al pueblo peruano por el Apocalipsis que desató en cinco años infaustos. Y hasta ha llegado a decir que factores ajenos a su administración podrían explicar su hiperinflación, su aislamiento internacional y la prosperidad senderista que todos padecimos.
Eso me hace pensar que el doctor García no ha pasado por la prueba del polígrafo, ni se ha sometido al sacrificio de la autocrítica.
Además, el Apra está dividida como en 1980 —Jorge del Castillo es el Townsend del 2006, y Mauricio Mulder el Villanueva de hoy— y eso no presagia nada bueno.
Por último, aunque los Remigios y los Rómulos han sido escenográficamente desaparecidos, el Apra no ha castigado como debía a las hordas de atracadores carnetizados que tomaron por asalto Enci, Enapu, instancias claves otorgadoras de licencias y todo aquello que pudiera significar "easy money" y plata negra de la grande.
Allí están retratados desde una perspectiva que no pretende ser virulenta per se sino pesimista argumentadamente, los tres ases del próximo domingo 9 de abril.
Pase usted, elija usted. De paso también le ofrecemos la mujer barbuda, el hombre elefante, el abisino dotado de ambos sexos y el canguro que venció a Oscar de la Hoya. Todo por el mismo precio.
No olvide, por último, que votar en blanco o viciar su cédula puede ser un gesto de legítimo desprecio por la oferta electoral que se nos ha presentado. Puede ser la actuante dignidad de un ciudadano insultado por la indigencia mental y moral de la llamada inexplicablemente "clase política".
Yo viciaré mi voto. Dibujaré una cruz urgente con tinta azul. Será la metáfora gráfica del entierro de estos años aciagos. Será mi protesta probablemente inútil pero sincera ante el espectáculo de las diatribas que sustituyen el debate, las gangas electorales que todos los candidatos profieren en sus mítines, la sucia prensa al servicio del "fascismo liberal" y el hecho increíble de que ninguno de los que pelean por el poder hable de los deberes ciudadanos. Todos recuerdan, en cambio, tan solo los derechos que ellos mismos desatendieron siempre.
Y la gente aplaude el penoso evangelio de los megáfonos y el guateque de los raps y el hecho de que nadie les diga cuan responsable es la "masacracia" —para empelar un término citado por Sartori— en la descomposición gradual del Perú.
P.D. A Alvarito Vargas Llosa le repugna la clase política peruana, que él deseó integrar con denuedo en 1990. NO le repugna, en cambio, pasarle la franela al multitudinariamente asesino George Bush ni a su patrón directo, el muy franquista José María Aznar. La pena es que ese gran novelista que es Mario Vargas Llosa ha terminado escribiendo —en lo que al política se refiere— como su hijo.
Publicado por César Hildebrandt en Elecciones 2006, suplemento especial del diario La República el domingo 2 de Abril de 2006.
7 Comments:
Solo me pregunto quien diablos es Cesar H, cuando el solamente es un periodista buscando una oportunidad de entrar en politica.
Quien sabe cual es la realidad del Peru en estas elecciones, no hay nadie quien pueda governar nuestro pais. Asi es que una mujer se pondra adelante ya que hombres de buena reputacion no existen. Que verguenza para los politicos tradicionales. Ellos deberian desaparecer de la vida politica. Yo llamaria fujimorismo a la gente que esta orgulloso de ver al Peru avanzar. Quien fue o tuvo claros objetivos de governabilidad? Me da tristeza de que una mujer muestre a esos politicos que solo quieren sentarse a recibir dinero de la gente pobre, a tan solo celebrara la derrota del hombre peruano incapaz de asumir una responsabilidad digna y honesta.
tremendo pendejo el chato!! no tiene autoridad moral el defensor de Aerocontinente y Bavaria!! que le pregunten por su secretaria casada con el mandamás de telefónica... solo en este país de incultos un sujeto de esta calaña puede eregirse como autoridad moral. cesar h es el alan garcía del periodismo, solo que con mejor suerte... en esta campaña hay personas decentes como paniagua, diez canseco o villarán y este enano resentido llama a viciar el voto... ja!
Como lo extrañamos a Hildebrant en la television, justo en estas epocas electorales, sus entrevistas y reportajes eran los mejores de todos. Espero que regrese, gracias por poner ese articulo.
Se pueden decir muchas cosas sobre Hildebrandt pero no cabe duda de que es una persona lúcida que denunció en su momento las cochinadas de fujimori cuando todos se subían al carro japonés. Este artículo es otra muestra de esa lucidez.
... El artículo es interesante y muy discutible por la basta opinión del periodista. Cómo es posible que indusca de cierta forma al lector a votar viciado. Acaso no hay suficientes candidato decentes ? El Señor Hildebrant con justa razón o no expone su posición acerca de los tres candidatos, pero de ahí a prentender de manera sugestiva que viciemos el voto "de ninguna manera".
Particularmente no votaré por los tres primeros, votaré con convicción así el candidato de mi preferencia no se encuentre en las primeras posiciones ... pero sabré que vote bien ... ( Responsablemente). Si todos votaríamos pensando en ese sentido sea por el candidato que querramos. Creo que cambiaría la sociedad, pues seríamos RESPONSABLES tanto en los aciertos y desaciertos de su gobierno pues... Para no mostrar resentimientos... que pasado el lustro otro candidato vendra con el cuento... de gobernar para los resentidos sociales los "excluidos" como los llaman...
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De lo que si hay certeza absoluta, es que Hildebrandt no es Dios, y que ha cambiado muchas veces de canales (de TV), pero de lo otro es falsacionable.
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